Anoche cuando me disponía a descansar, vi la repetición de la última edición del noticiero de City t.v y debo confesar que hace mucho no lloraba, y anoche sucedió. Lloré por la noticia de Leonardo Licht: aquel trabajador que tan solo por pedir a un hombre que pagara su pasaje de Transmilenio fue asesinado, dejando a su familia abandonada y frustrando sus sueños de estudiar -estudios que con mucho esfuerzo logró pagar- y siendo una victima más de la intolerancia que no frena en esta ciudad de ilógicos y absurdos sucesos.
Cuándo me calmé, hice la reflexión del por qué de mis lagrimas, y más que por el suceso del asesinato de Leonardo Licht - que sin duda es terrible- fueron lágrimas de alguien que está decepcionado de su país. Ésto no significa que me quiero ir y me de pena ser bogotano, sino por esa impotencia de ver cómo se desmorona la ética y la educación, todo lo que se construyó con esfuerzo por nuestros antepasados está siendo saqueado, alterado y vulnerado por hombres que no tienen escrúpulos.
La verdad no sé qué hacer, tengo miedo de exigir educación y salir herido por un salvaje que desafortunadamente la ley no va poder castigar. Están sucediendo muchas cosas malas, y creo que estamos a puertas de un caos del cuál no sé cómo saldremos.
La educación está en decadencia: escuelas y universidades con precios exorbitantes y de baja calidad; la salud muere cada día más: medicamentos expirados o traficados y hospitales sobre explotados; Un salario mínimo y unos impuestos al máximo: el desequilibrio en el factor económico es algo que altera a los bogotanos, ganar poco y pagar mucho; la ley es ciega, muda, sorda, coja, parapléjica: esto permite que los malos salgan libres por ser menores de edad o porque se vencen los términos o porque no hay ley que valga para poner el castigo correspondiente, como el asesino de Leonardo Litch, quién estuvo en la cárcel.
Y así, así hay miles de excusas y de irregularidades que no le permiten vivir de manera tranquila a un bogotano que hace las cosas de forma correcta. Porque colarse en Transmilenio tiene pretextos como: la plata no me alcanza, tengo afán, es culpa del Alcalde, el sistema es una porquería y no pagó por eso, porque todos lo hacen, porque me da la gana, porque si alguien me dice algo lo asesino, tal cómo hizo el asesino del joven trabajador de Recaudo Bogotá.
Y entonces, qué hacemos, convertimos a Bogotá en un lugar sin ley ni orden, esperamos que los políticos hagan algo, o salimos a hacer revolución ?
Esta pregunta la planteo porque en verdad no sé que le depara a esta nación dónde su capital es un nido de problemas que no paran, cada día salen más casos de corrupción, de ladrones, de asesinos, de personas que hacen cosas atroces pero no les pasa nada, en serio me duele mi ciudad y me duele mi patria, y esas lágrimas de impotencia de anoche son porque no sé qué decir para cambiar está situación.
Siempre le he apostado a ser alguien noble y educado con sus pares, aceptó que me he pasado un semáforo en rojo, no he usado el casco cuando uso bicicleta, pero jamás he hecho algo que vulnere la integridad y tranquilidad de alguien más. Yo nunca he estado en una pelea, o altercados de robos y debe ser por ser alguien que trata de respetar las reglas, entonces aunque no tengo la solución mágica a todos los horrores y atropellos que suceden en Colombia, si puedo decir por experiencia propia que quién se porta bien le va bien.
Yo solo espero que estas palabras sirvan para reflexionar y hacer desde nuestro rol, lo mejor para nuestra comunidad, pensemos 2, 3 hasta 10 veces antes de cometer un acto que sabemos es ilegal, porque aún tengo esa esperanza que podemos cambiar, podemos demostrar que somos civilizados y sobre todo podemos evitar repetir ésos sucesos que alteran nuestra tranquilidad, y tengamos memoria, porque quién tiene memoria jamás repite sus errores.
