Así fue la Vigilia por la paz en el Frente Sur de las Farc

Así fue la Vigilia por la paz en el Frente Sur de las Farc

El comandante Joaquín Gómez compartió con la gente que llegó al campamento en lo profundo de la selva del Caquetá desde donde se libraron duros combates

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noviembre 02, 2016
Así fue la Vigilia por la paz en el Frente Sur de las Farc

Con el corazón acelerado, señal inequívoca de que estamos comenzando una nueva aventura periodística, “La vigilia por la paz” convocada por la guerrilla,  a las 4 de la mañana de este esplendoroso sábado 29 de octubre, partimos desde Florencia hacia el sur, hacia Curillo, el municipio de “Los Bellos Atardeceres”, en busca del sitio donde se realizará el evento, por una excelente autopista que nos lleva primero a Morelia, luego al municipio con el nombre más hermoso de Colombia, Belén de los Andaquíes, donde el sol comienza a sonreírnos en la cresta de la cordillera,  para acompañarnos luego con sus brazos caniculares hacia San José del Fragua, Albania y por último a Curillo, donde llegamos a eso de las 7 de la mañana directamente al puerto, hasta el imponente río Caquetá que nos saluda con su rizos de frescura que alegremente caminan por nuestros rostros.

Un apetitoso desayuno con una inmensa chuleta de bagre rodeada de pequeñas tajas de yuca blanquísima como si hubiese sido cultivada en luna llena, nos espera en uno de los restaurantes del lugar donde aún se consume pescado de río sin mercurio, como dicen los lugareños, nos sirve de fuente de energía para abordar la canoa con motor que nos llevará a nuestro destino, a mirar sobre el terreno para poder informar, en qué consiste la vigilia por la paz a la cual ha convocado el frente sur de las Farc en el Caquetá.

Al abordar la embarcación recibimos del motorista, un hombre de color con la piel tostada por el sol canicular de los ríos amazónicos, el respectivo salvavidas que nos protegerá de un potencial accidente que rara vez sucede por estos lares. Y abordamos, cabalgamos sobre la piel verde amarilla de ese inmenso río Caquetá que alegremente nos permite subir a su lomo, para mostrarnos desde allí la belleza increíble de un firmamento intensamente azul que en la distancia se confunde con el agua y con esa inmensa esmeralda que es la gran llanura amazónica, único pulmón que aunque lacerado por partes, aún le queda al mundo.

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Todos los que vamos en la embarcación, de vez en cuando al unísono gritamos “todo por la paz”, y nuestro grito viaja por las ondas sonoras de la brisa mañanera, hasta los confines de la selva donde por muchos años la guerrilla hizo nido, donde por muchos años se gestó gran parte de la violencia que vivió El Caquetá, una tierra de gente buena y trabajadora que solo quiere vivir en paz.

Y seguimos nuestro viaje admirando a cada paso a las garzas de todos los colores que en las orillas del río buscan su alimento, viendo a las tortugas “correr velozmente” en las playas con esa velocidad paquidérmica que las caracteriza, y pasamos por Mononguete, un pueblito olvidado en el tiempo donde seguramente no tienen cementerio porque es tan sano que nadie se muere y nos hacemos señas con las cuatro embarcaciones llenas de periodistas e invitados que nos siguen, hasta llegar a Solano, el municipio más grande de Colombia, donde nos espera como almuerzo un apetitoso sancocho de sábalo pescado la noche anterior y preparado con cariño por sus habitantes, quienes también como nosotros, están “encarretados” con el cuento de la paz.

Abordamos de nuevo la canoa, nos volvemos a montar en la cresta del gran Caquetá y avanzamos corriente abajo las cinco embarcaciones, una delante de nosotros que de  un momento a otro avanza hacia la orilla y toma un caño que cae al río, siguiendo por en medio de la selva, disfrutando del canto de cientos de aves y los ruidos característicos de la manigua, nos adentramos más y más en la maleza, siempre por una corriente de aguas oscuras y profundas que nos indican que estamos camino al sitio donde comenzará la vigilia por la paz, convocada por el bloque sur de Las Farc entre el Caquetá y El Putumayo.

Es de noche cuando pasamos a otro río  y luego a otro, para atracar en una pequeña playa donde nos espera un grupo de guerrilleros, la mayoría desarmados y sin el uniforme que los caracteriza, entre ellos está Joaquín Gómez, delegado del secretariado a La Habana y Martín Corena, el actual comandante del bloque sur.

Avanzamos unos cincuenta metros  hasta llegar a un sitio perfectamente iluminado donde está instalada una gigantesca carpa que servirá para la vigilia que comenzamos después de recibir algo de comida, viandas muy bien preparadas para ser de un lugar tan remoto de la selva.

Y la vigilia comienza sin muchos actos protocolarios, con la presentación de algunas danzas, algunos artistas y luego viene la  intervención de Joaquín Gómez, a quien todos los guerrilleros tratan con camaradería pero con mucho respeto.

Y el discurso del veterano jefe guerrillero comienza; el silencio es total, es un silencio pegajoso como los ruidos de la selva, es un silencio transcendental para los guerrilleros porque ansiosos esperan los últimos lineamientos de su comandante, esperan una violenta diatriba contra el gobierno, diatribas a las cuales están acostumbrados, pero el discurso de Joaquín Gómez aunque pronunciado con vehemencia, es una apología a la paz, es una queja dolorosa contra aquellos que en los últimos días han polarizado el país en contra de la paz, anuncia que es hora de acabar con la enorme fractura de la sociedad colombiana por la mezquindad de los hombres que se oponen a la paz.

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Y es entonces cuando comenzamos a comprender el verdadero significado de esa vigilia por la paz; las palabras del jefe guerrillero, en especial cuando dice que es hora de que los padres entierren a sus hijos y no que los hijos entierren a su padres, es la luz que nos indica que la guerrilla está promocionando la paz, está con los acuerdos firmados en La Habana y está decidida a implementar esos acuerdos en el menor tiempo posible; es la forma que tiene la guerrilla de decirle a Colombia que los acuerdos firmados se cumplen sin más dilaciones.

Y Gómez aclara que sus palabras y la vigilia no debe ser confundida con debilidad, con resignación y menos con cobardía por parte de la guerrilla, es un grito desesperado de alguien que no quiere vivir más la guerra, y eso se acentúa cuando dice que si su clamor no es escuchado por los gobernantes, por aquellos que por siempre han ostentado el poder en Colombia, el pueblo que es humilde pero valiente, saldrá a las calles a conquistar a cualquier precio esa paz que todos queremos, a exigir que de forma inmediata se cumplan los acuerdos de La Habana.

Y Joaquín Gómez remata sus palabras parodiando al indio Benito Juárez cuando dijo que los derechos no se mendigan,  se reclaman, y esa es una forma de decirle a Colombia que los acuerdos ya firmados se tienen que cumplir,  que no importan las voces que intentan torpedearlo, que la guerrilla no se come el cuento de más y más negociaciones para dilatar el proceso, y que están preparados para asumir su nuevo rol político en el contexto nacional; la vigilia por la paz, es el grito inamovible que sale del corazón de la selva, para decirle a Colombia y al mundo que el tiempo de la guerra se acabó y que la paz se debe comenzar a construir ahora.

*Por: Edilberto Valencia Méndez* - Selva.com.co

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