Así defienden los amantes de los toros su afición

Así defienden los amantes de los toros su afición

Paco Perlaza cuenta por las que ha tenido que pasar para defenderse de la violencia de los antitaurinos y cómo han protegido la escuela taurina de Cañaveralejo

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octubre 02, 2015
Así defienden los amantes de los toros su afición
Fotos: Rodrigo González y Mauricio Brand Arboleda

“Hijo de la gran puta cortate los huevos a ver si no sangras”, gritó uno de los que acompañaba la horda de auntiraurinos que esperaba a sus declarados enemigos salir de una corrida en Lenguazaque (Cundinamarca) en la que se alzaron rabos y orejas por las virtudes expresadas en la arena. Después de lidiar con toros de más de 500 kilos de peso la cuadrilla debió enfrentar a quienes los tildan de asesinos. No importó el traje de luces. Torero, mozo de espadas, banderilleros y picadores tuvieron que defenderse no de los pitones de las bestias a las que están acostumbrados a lidiar, sino de los ataques de los animalistas que se fueron a las manos. Paco Perlaza  es de esos matadores que cuando no tienen más opción a puños defienden su arte. “Un  pedazo de torero”, es como describen a Perlaza los conocedores de las buenas figuras de la tauromaquia que recorren las mejores plazas del mundo. Pero el colombiano decidió retirarse en su mejor momento.  Lo hizo en pleno hervor de la Feria de Manizales, una tarde de enero de 2015.

Su papá fue banderillero y cuando nació Paco, hace 33 años, le mandó fabricar una pañalera con la forma de una caja montera de torero. Paco aún la usa en sus mejores faenas para proteger su sombrero. Nacido en el barrio popular Obrero de Cali, este torero le hizo el quite a una dinastía torera en la que hasta la abuela lidiaba becerros. Estaba convencido que había hecho lo correcto hasta que un día, tres meses después de anunciar su retiro oficial de las plazas de toros, se encontró de pie frente a un espejo, con la piel como única indumentaria y recorrió con la mirada las marcas que le dejó lo que hacía. Entonces notó los estragos de los diez kilos ganados por haber dejado su trabajo; una cicatriz en cada muslo y tres en la ingle. Lo embistieron los recuerdos.  Entonces pensó en Velero, su contrincante en Maracay (Venezuela). Un} animal que en vez de toro parecía un  elefante, el más bravo que había toreado en su vida. Al que le bajó la mano como nunca se la había bajado a ninguno. Paco se trasladó con su mente a esa corrida cuando decidió rendirse a pesar de que la afición estaba enloquecida con la faena porque sus músculos no daban más.

Esa tarde cuando tomó la espada y se disponía a matar al toro que lo superaba en peso más de ocho veces le dijeron “El toro está indultado hace media hora”.  Por el éxtasis de la pelea a muerte, no se había dado cuenta que riñó con Velero durante cuarenta minutos. La mañana siguiente hizo lo que acostumbra como ritual cada que indulta un toro. Fue a verlo, a darle las gracias, porque cree que el indulto es la mayor bendición del torero. Tiene fotos de todos a los que en sus corridas se les ha perdonado la vida por su bravura y porte. Recordó que lo encontró echado, vencido igual que él por el cansancio de su enfrentamiento, pero apenas lo sintió acercarse se puso en pose de guerra.  Había más personas cerca del que sería semental.

IMG_7031. - ALUMNOS DEL CENTRO DE FORMACION TAURINO

Perlaza se había vuelto huraño, amargado, intransigente, hasta su matrimonio estaba en peligro, de modo que al fin entendió la frase de su colega de admirar, el gran torero español José Tomás “Vivir sin torear, no es vivir”.  No regresó al ruedo de graderías llenas y la tinta con su nombre no se ha vuelto a imprimir en carteles, pero volvió a su templo para entrenar a ritmo de flamenco como cuando salía en hombros. Visita los tentaderos en las haciendas de los ganaderos donde se seleccionan los mejores animales para su reproducción, lo que los expertos llaman `laboratorios de la bravura´ porque es donde se gesta el toro de lidia. El solo hecho de estar delante de una vaca lo alimenta, pregona a quien antes de volverse adulto llamaban Paquito.  Entrena de 6:30 a 11:30 de la mañana todos los días. De los kilos ganados, aún le pesan cuatro, pero está en forma para capotear cualquier bestia, así que es posible que ante el ruego de sus seguidores vuelva  en diciembre, vestido de luces, a la temporada taurina de Cali.

Durante sus entrenos en la plaza de Toros de Cañaveralejo, Paco se encuentra con otras figuras de la tauromaquia nacional como su compadre, Ricardo Santana, un torero de plata, que aunque no muy reconocido desde los tendidos, en igual de importante al matador. Santana le ha hecho la segunda con capote en mano, entre muchos otros, a Sebastián Castella, la mayor figura del toreo francés. Mientras enfrían recuerdan lo que han pasado como amigos y en callejones, como la vez que al banderillero Raúl Morales Llanos un toro lo arrinconó con su hocico y Paquito saltó el callejón desde la barrera y salvó que el animal lo levantara.

Estando de paisano, como les dicen a los toreros que observan como aficionados la corrida, les ha ahorrado cornadas a varios. Cuando huele el peligro acostumbra lanzarse al ruedo hasta en las corridas que no son suyas porque a él le han hecho daño los toros y sabe perfectamente lo que causan. No se deja de ser torero por no estar en traje de luces, dice. Con todos ellos se conoce desde que enterraban la muleta en el falso lomo del costal de arena disfrazado de toro como aprendices de la Escuela Taurina de Cali donde se forman los que quieren seguir sus pasos.

Raúl Morales Llanos

Actualmente en la escuela entrenan quince muchachos de Cali, Manizales, Sincelejo y Medellín, que no superan los 17 años de edad y que aprenden lo que hoy pocos defienden como arte. Aquellos jovencitos se empeñan en no dejar morir la enseñanza taurina que se vio afectada por la pugna legal que durante años enfrentó a la Plaza de Toros y a la Fundación del mismo nombre quienes estaban divididos. Pero ahí siguen los profesores James Peña, que en sus mejores tiempos fue banderillero de reconocidos matadores y el profesor Luis Hernando Cortés, un campeón panamericano de lucha olímpica con veinte años de palmarés deportivo, encargados de velar por la preparación física y de salón de novilleros y toreros. Un equipo que logra que los aspirantes a toreros se imaginen haciendo verónicas y chicuelinas en plazas como la de Las Ventas en Madrid o la  Mestranza de Sevilla, donde se dice que el “¡Ole!” es diferente al de otras de plazas del mundo.

La Plaza de Toros Cañaveralejo, declarada Monumento Nacional en 1995,  ya no se llena en la Feria de Cali como en sus mejores momentos cuando conseguir un abono era casi que imposible. En el recuerdo quedaron los tiempos en que se hacían ídolos no sólo los matadores sino los de sus cuadrillas, como lo fue Melanio Murillo, el famoso picador de 200 kilos de peso que descubrió a figuras como Pepe Cáceres, considerado el más grande torero que ha dado Colombia. El torero ya no es un héroe, ya no se pavonea como estrella en los halls de elegantes hoteles donde les hacían corte y había que controlar a las mujeres que los asediaban como si fueran estrellas de rock. Las cosas han cambiado.  Ahora deben escabullirse de los animalistas que les gritan improperios y los agreden cada que ellos salen a jugarse la vida en el espectáculo de masas más antiguo del mundo. Muchas personas los ven como asesinos y Paco Perlaza reconoce que les ha faltado unión para defender su pasión, para hacer entender que no se visten de torero para matar a un toro, sino que preparan su cuerpo para que ese animal los mate a ellos donde se enfrentan dos pitones y una espada.

Paquito Perlaza en abrazo con su padre

Paquito Perlaza en abrazo con su padre

El toreo ha decaído, ya no ganan lo de antes, saben que cada vez es más difícil serle fiel a la profesión, como solían hacerlo las 24 horas al día. Perlaza, coronado como mejor torero de temporadas taurinas, es dueño de una pizzería en el sur de Cali y Jhon Jairo Suaza `Chiricuto´, formado en Cali y quien fue banderillero permanente de César Rincón durante trece años, alterna sus pases con un curioso negocio de catering para eventos cristianos con menús bíblicos. Ahora los toreros estudian medicina, veterinaria y se vuelven empresarios.

Para los taurinos, Gustavo Petro a quien dicen haber visto disfrutando tardes de toros, se propuso acabar con las corridas en la capital por puro populismo y aunque él no lo quiera admitir, hasta por moda. Para ellos el alcalde de Bogotá es el principal enemigo de la fiesta brava, que según ellos genera 35 mil empleos directos en el país, por eso en los portales de internet especializados en el tema figura el conteo regresivo con los días que le restan para abandonar el Palacio del Liévano y ruegan a San Pedro Regalado, el santo de los toreros, para que el nuevo dueño de la silla no sea tan populista.

Twitter: @karlaarcila

Fotos: Julián Velasco,  Rodrigo González, Mauricio Brand Arboleda, FB 

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