¿Amigo cuánto quieres, cuánto vales?
Opinión

¿Amigo cuánto quieres, cuánto vales?

Reflexión de actualidad

Por:
marzo 23, 2017
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No nos casaremos; el denominado fenómeno de la corrupción que, sin duda, se trata de una epidemia, parece acabarnos.

En toda reunión, se habla de lo mismo, con el agravante que un escándalo es superado por otro y, este, por otro; cada uno de mayor calado, de mayor compromiso, de especial extensión; se tiende a pensar que amenaza con convertirse en ecuménica; sería un horror.

Al paso, alguien cree que es un tema de todos los tiempos; otros, que ya tiene reconocimiento, el favor social; los de allá, que es un punto de algunas campañas y, entonces, mera politiquería; los de acá que, toca esperar que maduren las investigaciones para así poder dar un diagnóstico; algunos que, se debe ser sencillamente prudente; en fin, en fin.

De ingrata recordación, para fundamentar lo primero, se advierte en tono histórico que, ‘El 16 de marzo de 1781 la aldeana Manuela Beltrán rompió en la populosa y dinámica villa del Socorro (Santander) el edicto mural que imponía nuevas contribuciones, y a los gritos de “¡Viva el rey y muera el mal gobierno!” alebrestó a los campesinos que acudían al mercado. Tal como había ocurrido en Castilla en 1520, en Paraguay en 1730 y en el Perú en 1780, el pueblo llano se levantó, empuñó las armas y se puso en marcha.  (…) Los insurrectos no alcanzaron a llegar a Santa Fe. (…). Los atajaron y embolataron hábilmente cerca de Zipaquirá los delegados españoles, encabezados por el entonces arzobispo y más tarde virrey Antonio Caballero y Góngora. Allí los levantiscos firmaron unas capitulaciones que el virrey Manuel Antonio Flórez, a la sazón en Cartagena, desconoció más tarde. La traición se consumó con la entrega de Berbeo, que vendió a sus compañeros de manera miserable a cambio de un puesto en su provincia’; la historia, la historia.

En otra órbita la confusión es caos, cuando se trata de unir dos argumentos que poseen diferente visión, diverso momento: el delito y, los hechos; el delito lo es, cuando un juez lo declara, con fuerza de cosa juzgada; obvio, sobre unos hechos existentes; pero los hechos, como realidad, se encuentran cuando se realizan, se dé o no intervención judicial y, posee aristas, no solo jurídicas, sino, lo de mayor importancia: ética. Esperar la decisión judicial, es tanto como esperar que los hechos, sean o no delito y, solo delito.

Prudencia, dicen otros: prudencia sobre una epidemia; ¿hasta que ella acabe con la aldea?; no lo resistirá la siguiente generación que va a creer que la nuestra no lo fue una generación, sino una degeneración.

 

Es un tema fundante que no se supera con ofrecer disculpas;
o, con ‘aplastantes manifestaciones
como: ‘Me acabo de enterar’

 

Reformar los partidos políticos; vale. Pero, ¿solo en los partidos u organizaciones políticas se ofrece? Es por lo menos, ingenuo.

La atmósfera indica otra y diversa visión; es un tema fundante que no se supera con ofrecer disculpas; o, con ‘aplastantes manifestaciones como: ‘Me acabo de enterar’.

Minimizar la existencia del hecho es un contrasentido; ¿cómo descartar entonces que existen acuerdos públicos, públicos; públicos, privados; todos en conjunto? Como que: ‘¿Amigo cuánto quieres, cuánto vales? ’; desde luego, son amigos, no de otra forma el acuerdo se perfecciona y, así, se entroniza la mordida; unas veces, por gestión de la política; otras, por la directa repartija en traición al bien común y, otras por la tolerancia, sobre ‘el todo vale’.

El escándalo sigue; y, sigue, pues, no hubo límite o contención, freno inhibitorio sobre la consciencia de lo propio y lo ajeno.

Que se diga la verdad; pero que se comprometan a reparar el daño; por supuesto, que se retiren de los destinos sociales; que todos a una reportemos la no repetición; y, es la conclusión: todo el concierto social es la: víctima.

¿Pasaremos la página con signos de victoria? No lo sé; pero es la reflexión de actualidad; la gente no solo está atónita, hastiada, sino expectante y, qué pesar: creyendo que no va a pasar nada. Como señalaba un contertulio: la corrupción no puede ser el estado de la política, ni la política de Estado.

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