Algunos apuntes sobre 'Desarmonía, la flecha del conflicto' del Canal Caracol

Algunos apuntes sobre 'Desarmonía, la flecha del conflicto' del Canal Caracol

A propósito de los últimos capítulos del programa Séptimo Día: no se puede generalizar a todos los pueblos indígenas

Por: John Edisson Soto F.
agosto 30, 2015
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Algunos apuntes sobre 'Desarmonía, la flecha del conflicto' del Canal Caracol
Imagen: subida por autor

Para empezar, cuando hablamos de desarmonía debemos recordar que el 12 de octubre de 1492 a nuestro continente arribaron desde Europa navegantes con su “civilizada” manera de invadir y colonizar, con un objetivo muy claro: buscar riquezas, lo que generó un saqueó a costa de la vida de nuestros ancestros y el despojo de nuestros territorios, que terminó alimentando la acumulación de capital con recursos que robaron y que convirtieron en materias primas y mercancías.

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que desde ese momento inició la desarmonía en nuestros territorios y muchos de nuestros mayores y jóvenes, de aquellos tiempos, se armaron con arcos y flechas combatiendo dicha desarmonía.
El nombre de estos capítulos del programa Séptimo Día es sugestivo y se presta para algunas malas interpretaciones. Por nuestra parte diremos que las flechas del conflicto siempre apuntaron a quien provocó la desarmonía en los territorios ancestrales, por esto es que a las clases dominantes en el país aún les duele nuestras flechas combatiendo su desarmonía.

También es un error generalizar a todos los pueblos indígenas de Colombia, ya que son 102 pueblos diferentes y con desarrollos históricos-culturales diversos.

No se puede generalizar sobre hechos particulares y excepcionales, como violaciones, drogadicción, corrupción, entre otros casos que se mencionan en dicho programa, y con base en ellos sacar conclusiones definitivas de lo que pasa en los territorios de las comunidades indígenas; esto sería lo mismo, tal como sucede con los colombianos en muchas partes del mundo, donde por una particularidad se señala a la sociedad nacional colombiana en su conjunto como narcotraficantes; esto es un error de apreciación, unilateralidad, pero, principalmente, de discriminación y solo sirve a la perpetuación de estereotipos racistas al interior de la sociedad nacional colombiana.

Llama la atención que muchos de los “expertos” consultados en el programa tengan simpatía con el uribismo o una filiación política directa con el partido político Centro Democrático, quien representa los intereses de la gran burguesía y terratenientes de este país. Muchos de los supuestos indígenas entrevistados allí pertenecen a la Organización Pluricultural de Pueblos Indígenas de Colombia (OPIC), creada por el entonces ministro de gobierno Fabio Valencia Cossio, en el gobierno de Uribe. Esta organización ha atacado en varias ocasiones a las organizaciones indígenas legítimas, señalándolas de tener vínculos con la guerrilla; en cambio, sus posturas siempre han sido a favor de las fuerzas armadas del Estado, con simpatías con la extrema derecha fascista de este país y los paramilitares; esto dice mucho de lo tendencioso del programa en cuestión y de lo muy poco “objetivo” en sus investigaciones periodísticas.

También llama la atención que cuando en dicho programa se refieren a las violaciones dentro de los territorios indígenas, no digan nada sobre las que fueron cometidas por los supuestos  “héroes de la patria”, como cínicamente se ha considerado a los miembros de las fuerzas armadas de Colombia, quienes han estado involucrados en crímenes de ajusticiamientos y desapariciones forzadas, como también de embarazos de muchas jovencitas de las comunidades indígenas. Las violaciones sexuales son una problemática reiterativa en toda la sociedad, y es un acto cruel que se ensaña principalmente contra las mujeres en condiciones de vulnerabilidad; hechos cometidos principalmente por quienes detentan poder político, económico y armado; pero allí sólo se enfocan en las violaciones cometidas por miembros de la comunidad, que se dan en casos muy particulares; pero ellos generalizan y lo hacen ver que es lo que pasa en todo momento en las comunidades. Por otro lado, se argumenta que el violador está enfermo, con la “enfermedad del perro”, y nosotr@s con toda seguridad decimos que, la enfermedad se llama sociedad machista y patriarcal y quien la produce es la colonización judeo-cristiana, no un perro. Patriarcado que tiene raíces esclavistas y feudales y que se reproduce en el sistema capitalista.

Cuando en el programa mediático hablan de corrupción, se les olvida que en muchas partes del país, en los territorios donde habitan nacionalidades indígenas, llegaron congregaciones religiosas como las misioneras de la madre Laura (o hermanas Lauritas), Claretianos y otros grupos religiosos, para arrebatar por la fuerza a los niñ@s indígenas del seno de sus familias, con el propósito de evangelizarlos y civilizarlos, por lo que los recluyeron en internados donde se les prohibía hablar la lengua materna y realizar las prácticas culturales que eran consideradas diabólicas.

Muchos de estos niños indígenas fueron formados en el cristianismo, la urbanidad y la cultura judeo-cristiana (occidental) y por tanto terminaron incorporando y reproduciendo la ideología dominante en sus comunidades, junto con el mal hábito de la corrupción, en la medida que empezaban a tener contacto y vínculos con las costumbres de servidumbre y prácticas clientelares promovidas por los gamonales de la región. Cosa muy distinta a las prácticas comunitarias de colectividad, respeto por la sabiduría de los mayores, arraigo a la tierra y de veneración por la madre tierra, que son sagradas en la cultura de las comunidades indígenas.

Lamentablemente muchos de los indígenas que llegaron a la universidad no volvieron a sus territorios; algunos que volvieron irrespetaron a los mayores, desconocieron la autoridad, despreciaron su comunidad, queriéndose poner por encima de los demás al considerarsen tener más conocimientos que los demás, desarmonizando el territorio; otros se han convertido en dirigentes, pero volvieron las organizaciones indígenas en apéndices del Estado, asumiéndose como funcionarios del Estado dentro de los territorios indígenas, profundizando la cooptación, la dependencia y el colonialismo. Pero aclaramos que esto es sólo particularidades y no corresponde a la posición adoptada por todos los dirigentes del movimiento indígena.

Ante tal situación, es por lo que surgen los cabildos indígenas universitarios como un mecanismo de resistencia para que los indígenas que llegan a las universidades convencionales no se dejen occidentalizar el pensamiento, con actitudes individualistas y egocéntricas y así poder fortalecer la identidad como indígenas y futuros dirigentes que “manden obedeciendo” en sus comunidades bajo el buen gobierno de los pueblos. Es un proceso largo erradicar esta carga histórica, pero ya se está caminado por el sendero de la reivindicación de la autonomía y la cultura ancestral.

Uno de los mensajes implícitos en dicho programa es que los pueblos indígenas son lo mismo que las Farc-Ep, haciendo creer a los televidentes, con testimonios sesgados y falta de investigación histórica y verídica, que los dirigentes indígenas son guerrilleros y por tanto “terroristas”, poniendo en peligro la vida de muchos de nuestros comuneros y comuneras, ya que conocemos como terminan estos señalamientos,  que se traducen en amenazas, desapariciones, desplazamientos y la muerte.

Sin embargo, cabe aclarar que el 5 de enero del 1985 surge en el Cauca una organización armada indígena de autodefensa llamada Movimiento Quintín Lame, a causa de las tensiones, abusos y muertes de la que eran víctimas las comunidades indígenas por parte de la policía, el ejército, paramilitares (pájaros) y la guerrilla de las Farc-ep (Frente Sexto). El Quintín Lame se desmovilizó en mayo de 1991, por la presión de las mismas comunidades de base para no continuar la lucha armada. En este sentido, es un error señalar al movimiento indígena de guerrillero, cuando la guerrilla de las Farc-ep también ha asesinado a muchos de los comuneros. Pero también, no podemos dejar de mencionar como algunos de los jóvenes indígenas, durante algún tiempo, se han integrado a dicha guerrilla de las Farc, que no representa las banderas del movimiento indígena, y en muchos casos, a estos jóvenes la justicia propia de las comunidades los han castigado, no por la pertenencia a dichos grupos subversivos, sino por haber cometidos crímenes contra su propio pueblo.

Las comunidades tienen prohibido a sus jóvenes hacer parte de los grupos armados, legales e ilegales y de no participar en el conflicto armado. En este sentido, y con base a esta breve mención histórica, no se puede afirmar que todos los indígenas son guerrilleros, porque sería tanto como decir, que al estar conformados en su mayoría por afrodescendientes los frentes guerrilleros que actúan en el Chocó o en Pacífico, se concluyera entonces que, todos los afrodescendientes son guerrilleros, al igual como pasa con los campesinos en Catatumbo o Caqueta o los habitantes urbanos de la periferia. Esta base de pensamiento simple, reduccionista, unilateral, como ya dijimos,  fomenta el racismo y la estigmatización, fundada en estereotipos que legitiman el despojo, típico de una sociedad fascista y en decadencia.

Por otro lado, el reclutamiento forzado también lo hace el ejército nacional, como una estrategia sistemática de exterminio de nuestras comunidades aborígenes; y aunque no faltan malinches al interior del movimiento indígena, la lucha de los pueblos ancestrales no es una lucha ideológica o partidista, es una lucha por la vida, por la autonomía, la cultura y el territorio, que entra en contradicción con la cultura occidental impuesta por el sistema capitalista, que no se corresponde con la cosmovisión que nos han heredado los mayor@s, porque va en contra de la pervivencia de las culturas ancestrales; más la vida si funciona para la humanidad como proyecto político, como lo enseña la dialéctica de la historia.

También debemos mencionar la estrategia orquestada desde las elites de ultraderecha, de las clases terratenientes-capitalistas de Colombia, cuando generan rivalidades y enfrentamientos entre comunidades campesinas y afrodescendientes con las comunidades indígenas en los territorios; todo esto en el marco de la lucha por la tierra, donde el Estado colombiano quita tierra legitima de campesinos y afros con el fin de crear tensiones y desmovilizar la lucha, la unidad y la resistencia de los históricamente explotados. En vista de esto, las comunidades indígenas liberan la tierra de los grandes terratenientes capitalistas, y no como pretende hacer creer el gobierno nacional, la de los mismos explotados. Se libera la tierra para todos los oprimidos, para el campesino, el afro y el urbano. La liberación es por la vida, y como mencionamos arriba, la vida está en constante contradicción con el sistema capitalista-patriarcal, por ello nuestra esperanza es que triunfe la vida para que los pueblos originarios pervivan, en el tiempo y en el espacio.

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