A 50 pintas

A 50 pintas

Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz
junio 29, 2015
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A 50 pintas

Según lo que dice el diccionario de la RAE, la palabra Dominó en su primera acepción significa:

“Juego que se hace con 28 fichas rectangulares divididas en dos cuadrados, cada uno de los cuales lleva marcados de uno a seis puntos, o no lleva ninguno. Cada jugador pone por turno una ficha que tenga número igual en uno de sus cuadrados al de cualquiera de los dos que están en los extremos de la línea de las ya jugadas, y gana quien primero coloca todas las suyas o quien se queda con menos puntos, si se cierra el juego”.

Pero lo que ocurre en torno a este popular juego de mesa, va más allá de las definiciones de las enciclopedias y los diccionarios. En el Caribe el Dominó es un elemento integrante de la cultura popular y su práctica puede ejecutarse en cualquier esquina, estadero, billar, cancha, tienda, terraza o bajo las sombras de árboles generosos. Un domingo de cuyo año no quiero acordarme, me tomaba unas cervezas para apaciguar el sofocante calor, en la terraza de la tienda “Noé”, ubicada en la carrera 26C7 con calle 74C del barrio El Silencio de la ciudad de Barranquilla. Un par de parlantes de una réplica pequeña del Picó “El Coreano” con su llamativa frase de combate como seudónimo: “El Tanque de Guerra” y con una luminosa pintura de arte popular, rindiéndole homenaje a un combatiente barranquillero de la Guerra de Corea, hacían retumbar los oídos con variedad de música desde salsas antillanas y ritmos tropicales, hasta clásicos africanos. Habían varias personas en la tienda pero yo estaba solo, quería estar solo haciendo una actividad que me gusta mucho que es el arte de contemplar gente y ese era el momento propicio, como a cinco metros de distancia observaba a un grupo de personas en una pequeña mesa de madera, cuatro estaban en los puntos cardinales de la mesa, en forma de cruz y el resto formando un anillo alrededor de ellos. Los cuatro integrantes de la mesa tenían fichas de Dominó agarradas con los dedos y las palmas de las manos, hablando a gritos y en tonos jocosos comentaban la jugada a seguir:

-¡Sale la mazorca!-

-¡Coloquen la estufa!-

-¡Pilas con doble seis, sáquenlo o lo ahorco!-

-¡Despíntense que la vaina está maluca!-

Cada cual con su cerveza en la mano; apostaban las tandas de cervezas y los que no alcanzaban la cantidad de pintas necesarias para ganar, pagaban la ronda. Formaban parejas para jugar, las cuales se ubicaban frente a frente, los que perdían salían y entraban otras dos personas de los que estaban rodeándolos. El promedio de edad de esas personas era como de cincuenta años en adelante aproximadamente, vestidos con ropa suave y fresca, estaban unos en camisas manga corta, otros en suéter de algodón, algunos tenían gorras otros sombreros panameños. Los reconocía eran los veteranos del barrio, aquellos que estaban desde que se fundó, esos que se conocen todas las historias de su vecindario. Hablaban de lo divino y lo mundano, contaban historias viejas de tiempos no muy lejanos pero que superaban el doble de mi edad, conocían al detalle los nuevos chismes y se ufanaban de haberlos oído de fuentes confiables; Migue Padilla, decía:

-El primero en llegar a este barrio fui yo, trabajaba en Avianca y me enteré que la aerolínea en convenio con una constructora iban a construir por esta zona, en ese entonces hablé con un llave que era Superintendente de Avianca en esa época, el viejo Óscar Argüelles Mejía, al que le decían “Clavelito” porque mujer bonita que veía le lanzaba claveles de rosa y le declamaba un poema, le comenté que me asegurará una de esas casas que iban a construir por acá y el viejo me hizo la diligencia, muy serio el hombre; ya murió que en paz descanse. A lo que terminaron la casa me mudé en el año 1968 con mi familia, éramos los únicos que vivíamos aquí y a los meses fueron llegando los demás vecinos.-

Migue Padilla, mencionó al señor que le decían “Clavelito”, sin saber que su nieto estaba muy cerca observándolo, ese día supe que a mi abuelo paterno le decían de tal manera, me pareció graciosa la anécdota. Al terminar de contar su historia uno de los presentes le reclamó:

-¡Padilla ya vienes con tus reminiscencias! -

A Migue Padilla le dio risa este comentario y la partida continuó. Se escuchaban alegaciones y reclamos.

  • ¡Tenías que colocarlo a tres!-
  • ¡Bruto del carajo, hubieras cerrado la partida que tenía los blancos!-

Pasó un anciano de lento caminar por el frente de la tienda, Carlitos Nobmann lo quedó viendo y al desaparecer de la vista de todos, comentó lo siguiente:

-Ese es Nando Fiallo, como está de viejo y acabado, ¡nojoda! que vaina pa´ lo que queda la gente. Ese man la tuvo toda en la época de la bonanza marimbera, era el contador personal del capo de la marimba aquí en Barranquilla, el tal Enriquito Coronado, andaba en una camioneta Ford Ranger, sonando a todo volumen vallenatos de Los Hermanos Zuleta, las camisas se las abría hasta el pecho para mostrar sipotes de cadenas de oro que lo jorobaban del peso, tomaba Whisky Old Parr, siempre estaba acompañado de mujeres bellas y no creía en nadie el corroncho ese. Supe que se había ido para Miami hace años y ni más lo había vuelto a ver; por eso yo digo igual al Cacique de la Junta: “No hay chorro que no termine en gota”–

Carlitos Nobmann terminó de decir eso y un sujeto que no logré identificar, comentó también sobre el señor que había pasado recientemente y dijo que al parecer había llegado hace poco tiempo a vivir donde una hija y por lo que él escuchó, dedujo que estaba arruinado.

Las 28 fichas que suman 168 pintas se revolvían en la mesa y la lógica matemática empezaba aflorar en Âkil Aljure y Berya, quien ganaba muy seguido, conocido en el barrio como el “Turco” pero que en realidad era de ascendencia libanesa, daba muestra de un conocimiento milenario sobre los números; al mismo tiempo contaban anécdotas, chistes, hablaban de música y tocaban las palmas. Las fichas se desplegaban en un ambiente distendido y jovial antes de que resonaran duramente sobre la mesa; entonces se imponían las voces de los observadores, quienes alababan o criticaban a los competidores del juego. Alguien trajo el tema a colación y comenzaron a rumorear sobre una vecina oriunda del interior del país, llamada Nelsy Jaramillo Londoño, asegurando que había sido bruja y que una vez casi mata al marido cuando lo cortó en la barriga con una tijera y el tipo tuvo que sostener sus vísceras en sus manos hasta llegar al Hospital, porque de lo contrario se hubiera muerto; que en la casa de esa señora había objetos decorativos raros, se sentía una atmósfera pesada y era antigua con pocas remodelaciones. La verdad nadie dio una prueba contundente de la calidad de bruja de la señora pero como dice la frase: “Yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”.

Las canastas de cervezas crecían al lado del grupo de personas y el efecto del alcohol hacía soltar latigazos con la lengua, Pedro del Chiaro, dijo:

-¡Saben la última, la hija de Roque la que estudia periodismo en la Uninorte, la pillaron saliendo de un motel con un profesor y esa pelá que se las pica más, seguro que es una prepago¡ -

Todos comenzaron a hablar sobre las bondades que ofrecía el físico de la joven y que si era verdad ese rumor, decían algunos, se gastaban una plata ajena o hasta hipotecaban la casa. El profesor Armando Collantes cambio de tema y pasó a hablar del fallecimiento de un cacique en la política regional:

-¿Escucharon la noticia en Emisora Atlántico, ahorita en la mañana?, ¡se murió! Josué Ñame Serán, ya estaba bastante veterano, tenía casi ochenta años; me imagino el billete que dejó ese viejo, ¡tanta plata y no se la pudo gastar!, ¡eche cuadro, que vaina! seguro que en la herencia entrarán las curules del Congreso de la República, las del Concejo de Barranquilla, las de la Asamblea Departamental y varios periodos en la Alcaldía. Maquiavelo le quedó en pañales, bueno pero al florentino lo perdono porque su filosofía política era de sentimiento nacionalista; pero a este Maquiavelo del trópico no lo perdono porque su politiquería fue de sentimiento clientelista, jajajajaja… -

La risa socarrona del profesor, contagió al grupo y por espacio de cinco minutos rieron todos, hasta yo me reí de las ocurrencias de esta gente. Después del momento de hilaridad parecía que habían agotado los temas y la tarde se llevaba sus corrosivos verbos, su parlotear incesante, las risas, las burlas y las carcajadas, elementos necesarios en las tertulias esquineras, con los cuales viajaron por el tiempo y el espacio.

Fue entonces que me quedé pensando que hace siglos los chinos se habían inventado el juego del Dominó, los europeos lo habían modificado y las gentes del Caribe se lo habían gozado y se lo siguen gozando. Es que mis coterráneos de a pie si saben pa´ que es que se viene al mundo, estas tertulias espontaneas en el Caribe, las que se dan sobre todo en las calles, se hacen para joder la vida y mamarle gallo a la humanidad.

El tiempo con su crueldad había pasado y los jugadores dijeron:

-¡Listo las últimas cincuenta pintas y nos vamos! –

Las manecillas del reloj giran rápido cuando se sabe gozar, iba a oscurecer y no me había percatado, porque estaba viendo a los loros desde la barrera; Nos divertíamos todos, ellos jugando, tomando, hablando y yo, viendo, tomando y oyendo.

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